"Porque el amor no llega. La juventud se me escurre entre los dedos y el amor no llega. Sufro por eso. Sufro también por el rechazo. Pero la falta de amor es peor."
~SOSA VILLADA, Camila, Las Malas
María era la santa de nuestra iglesia. El problema es que María no creía lo mismo. Estaba aterrada. En la pizarra mágica que usaba para comunicarse con nosotras, escribió: KIEN ME BA QUERER ASI. Qué podía responderle. El hombre que no quisiera a una mujer que prometía ser pájaro era un hombre estúpido y olvidable. Ella borró en la pizarra y escribió: KOMO BOY ATRABAJAR. Le dije que yo trabajaría por las dos, aunque la promesa fuera completamente falsa. Ella negó con la cabeza y enterró su rostro en las almohadas ribeteadas con puntillas de plumetí. SOI UN MOSTRO, escribió casi sin mirar la pizarra.
— SOSA VILLADA, Camila, Las Malas
¿Qué hacer con la certeza de que la mirada del otro dice lo mismo que la nuestra, que es posible por un momento amarse con alguien, que es posible salvarse, que la felicidad existe?
— SOSA VILLADA, Camila, Las Malas
[...] La desidia de la gente ese día me ofreció una revelación: estaba sola, este cuerpo era mi responsabilidad. Ninguna distracción, ningún amor, ningún argumento, por irrefutable que fuese, podían quitarme la responsabilidad de mi cuerpo. Entonces me olvidé del miedo.
— SOSA VILLADA, Camila, Las Malas.
El hombre sentado en su silla de rey
arrancaba con los dientes jirones de carne
del hueso de una costilla.
Tiene la boca grasienta.
En la mesa un sifón de soda y una botella de vino,
un vaso que tiene los bordes grasientos.
Un perro cachorro duerme al fondo del cuarto
y algunas moscas sobrevuelan su sueño.
La radio sintonizada en la voz de Mario Pereyra.
Un pan duro se desmorona sobre la mesa
y el hombre continúa arrancando la carne del hueso.
Tocan la puerta.
Quién es, pregunta el hombre.
Somos los dolores que causaste, las tristezas que provocaste.
Aquí estamos para hacer cuentas.
El hombre se levanta tirando sobre la mesa
el repasador con que se limpia la boca.
Cualquiera diría que es un hombre valiente,
o se amedrenta frente a la voz del destino.
Somos los animales que mataste,
las lagrimas que provocaste,
las consecuencias que no importaron,
las personas que no quisiste dignamente.
Somos nosotros, los dolores de tus hijos,
los dolores de tus mujeres,
los malos recuerdos que cincelaste,
las ruinas sagradas sobre las que escupiste.
El hombre abre la puerta y los deja pasar,
les pide disculpas por los pocos muebles.
Y se excusa: hace mucho tiempo
se ha olvidado de todos ellos.
Ahí se sienta a mirarlos,
últimamente cada vez mas seguido,
cada día, cada noche,
se acuesta a mirar la obra de su daño.
Piensa en eso y a veces se lo olvida.
Su hija lo viene a visitar y lo cubre de besos.
El cachorro salta y engorda,
la sangre se desprende del hueso.
Y la cama es cómoda.
— SOSA VILLADA, Camila.
Desconfiábamos doblemente de ellas por su vida de varones. No voy a mentir, muchas de nosotras retornábamos a veces a nuestro aspecto masculino, emprendíamos ese regreso por el camino de la vergüenza, nos metíamos en nuestro cuerpo antiguo, en la imagen negada y a veces hasta odiada. Y Las Cuervas traían consigo ese aura de varón que nos revolvía el estómago de sólo tenerlas cerca. No era sólo el hecho de no salir del armario. Era que no salían por mera comodidad. Su comodidad dejaba en evidencia nuestra incomodidad: nosotras no habíamos tenido nunca la oportunidad de escondernos en el armario. Nosotras habíamos nacido ya expulsadas del armario, esclavas de nuestra apariencia.
— SOSA VILLADA, Camila, Las malas.
"La libertad no es un estado sino un proceso; sólo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe. Sólo la cultura da libertad. No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamientos. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura".
~Miguel de Unamuno.
Pero siempre entendemos demasiado tarde a los seres que más cerca están de nosotros, y cuando empezamos a aprender este difícil oficio de vivir ya tenemos que morirnos, y sobre todo ya han muerto aquellos en quienes más habría importado aplicar nuestra sabiduría.
~SÁBATO, Ernesto.
Anastasio Quiroga era un folklorista que -según Kusch- conservaba "su concepción del mundo popular y jujeño". Cuenta Kusch que una noche de Año Nuevo pudo grabar "los mejores aspectos del pensamiento de don Anastasio". Habló del don de curar que tiene alguna gente: "quien tiene ese don es capaz de curar un animal embichado incluso por teléfono". Decía que quien no tiene ese don tiende a simularlo, porque "el que no es nada es el que se aflige por serlo". Atribuía ese don a "la natura", término que no supo decir de dónde lo había tomado.
Me recuerdo meneándomela delante del espejo del armario después de ponerme los zapatos de tacón alto de mi madre, mirándome las piernas, levantándome lentamente la falda por los muslos, más y más alta, como si estuviese descubriendo los muslos de una mujer, recreándome en la visión de las piernas oscurecidas por las medias; y siendo interrumpido por dos amigos entrando en la casa.
—Sé que está por aquí en alguna parte.
Y yo vistiéndome apresuradamente, y entonces uno de ellos abriendo la puerta y encontrándome.
—¡Hijos de mala puta! —grité yo, y los eché fuera de casa destempladamente, y los oí hablar mientras se alejaban:
—¿Qué le pasa? ¿Qué coño le pasará?
~BUKOWSKI, Charles, Confesiones de un hombre lo bastante loco
como para vivir con las bestias.
https://sites.google.com/view/maldito-charles-bukowski/textos/se-busca-una-mujer/confesiones-de-un-hombre-lo-bastante-loco-como-para-vivir-con-las-bestias
Vía: @EscritoresMalditos@mastodon.world
No quiero más que estar sobre tu cuerpo como lagarto al sol los días de tristeza.
~VALENTE, José Ángel.
¿Sabes por qué este mundo no tiene arreglo? Le aseguré que no sabía. Me dijo: - Porque los sueños de uno son las pesadillas de otro.
~BIOY CASARES, Adolfo, Dormir al sol.
La maniática tarea de construir eternidades con elementos hechos de fugacidad, tránsito y olvido.
~ONETTI, Juan Carlos.
El peso de las palabras no dichas es más pesado que cualquier carga que llevemos. Es el peso de las cosas que no se dicen, de las emociones enterradas profundamente, de las verdades escondidas en los rincones oscuros de nuestra mente. Y a medida que ese peso crece, comienza a aplastarnos, a asfixiarnos, hasta que ya no podemos hablar, ya no podemos expresar las cosas que necesitamos decir, las cosas que podrían liberarnos de la prisión de nuestro propio silencio.
~WALKER, Alice, El color púrpura.
“Créeme, estoy en el centro de mi habitación
esperando que llueva. Estoy solo. No me importa terminar o no mi poema. Espero la lluvia, tomando café y mirando por la ventana un bello paisaje de patios interiores, con ropas colgadas y quietas, silenciosas ropas de mármol en la ciudad, donde no existe
el viento y a lo lejos sólo se escucha el zumbido de una televisión en colores, observada por una familia que también, a esta hora, toma café reunida alrededor
de una mesa: créeme: las mesas de plástico amarillo se desdoblan hasta la línea del horizonte y más allá:
hacia los suburbios donde construyen edificios
de departamentos, y un muchacho de 16 sentado sobre ladrillos rojos contempla el movimiento de las máquinas.
El cielo en la hora del muchacho es un enorme
tornillo hueco con el que la brisa juega. Y el muchacho juega con ideas. Con ideas y escenas detenidas.
La inmovilidad es una neblina transparente y dura que sale de sus ojos.
Créeme: no es el amor el que va a venir,
sino la belleza con su estola de albas muertas.
~BOLAÑO, Roberto.